En Tanzania, la palabra "fundi" tiene un significado muy amplio.
Aunque podríamos traducirla como "manitas", se queda corta para describir la habilidad y creatividad que poseen estos profesionales.
Un fundi puede ser un mecánico, carpintero, electricista, peluquero, fontanero, o cualquier otro oficio que requiera destreza manual y una buena dosis de ingenio.
Son los verdaderos alquimistas de la mecánica y otras disciplinas.
Un fundi no es solo un trabajador manual, sino alguien que con ingenio y creatividad es capaz de arreglar casi cualquier cosa.
Desde reparar un motor hasta coser un descosido, su habilidad es sorprendente.
Sin embargo, la relación con estos maestros del oficio puede ser ambivalente: se les admira, pero también se les teme un poco.
La sabiduría local dice que el único fundi realmente confiable es el peluquero, ¡quizás porque el pelo siempre vuelve a crecer!
Vivir en Tanzania inevitablemente te llevará a necesitar la ayuda de un fundi.
Ya sea para arreglar tu coche o reparar cualquier otra cosa, contar con un buen fundi es una experiencia tan enriquecedora como arriesgada.
Con el tiempo, uno aprende a construir una red de fundis confiables, clasificándolos según sus habilidades específicas.
Esta red es esencial para la salud mental y para sobrevivir en el día a día tanzano
En mi experiencia con Itaka Safaris, donde organizamos safaris por Tanzania, he lidiado especialmente con los fundis mecánicos.
Con el tiempo, he aprendido que encontrar un taller mecánico como los que conocemos en Occidente es una utopía en Tanzania.
Aquí, los talleres son a menudo descampados llenos de coches desordenados, donde las piezas se esparcen por el suelo y las herramientas adecuadas son un lujo raro.
Aun así, uno se adapta y aprende a no escandalizarse
Pronto comprendí por qué los locales pasan horas en el taller con su coche.
No es solo por curiosidad, sino para asegurarse de que el trabajo se haga correctamente, que las piezas usadas sean las adecuadas, y para evitar el famoso "cambiazo".
He pasado incontables horas en talleres, y aunque al principio pensaba que eran horas perdidas, ahora las considero una inversión para entender mejor cómo trabajan estos ingeniosos fundis
Eso sí, en muchas ocasiones, después de explicarles cómo creo que deberían hacer algo, prefiero hacerlo yo mismo, pues a veces no lo veo claro y lo prefiero.
Por cierto, uno sabe cuándo entra en el taller pero nunca sabe, ni de forma aproximada, cuando vas a salir…
Las reparaciones pueden durar horas, ya que encontrar la pieza correcta puede implicar una excursión a la ciudad o, en su defecto, un viaje a los desguaces de segunda mano.
¡La paciencia es una virtud esencial aquí!
El arte de seleccionar al fundi correcto para cada tarea es vital.
Uno puede ser excelente soldando, otro en pintura, otro en motores... pero jamás debes pedirles que hagan algo fuera de su especialidad. ¡Gran error!
Afortunadamente, tengo algunos conocimientos de mecánica, lo que me ayuda a elegir a quién confiarle una reparación.
Aunque, a veces, me pregunto si sería más feliz sin saber nada.
Pero, a pesar de todos los desafíos, los fundis siguen sorprendiéndome con sus soluciones creativas.
Son auténticos genios del ingenio.
Un día, en plena carretera hacia la falla del Rift, mi coche comenzó a sobrecalentarse.
Paré en un pequeño poblado y acudí a un fundi.
Después de examinar el radiador y detectar una fuga en la tapa, me pidió que fuéramos al supermercado.
Confundido, accedí, y compró un sobre de té local.
Sorprendentemente, vertió el té en el radiador y me aseguró que eso me permitiría llegar a un pueblo cercano para una reparación adecuada. ¡Y funcionó!
Llegué al siguiente pueblo, donde otro fundi fabricó una tapa metálica improvisada, y pude continuar hasta el Serengeti.
En otra ocasión, mientras viajaba por Ndutu, en el Á.C. Ngorongoro, una zona donde se castiga mucho al vehículo por el estado de sus pistas, y por la cantidad de polvo que se mete en todos lados, y precisamente el polvo fue el motivo de la avería.
De regreso a Arusha, empecé a notar que coche se quedaba como frenado, y olía a goma quemada.
Paré justo en uno de los poblados masai que hay por la zona, y al abrir el capó del coche, veo que es el alternador del coche que se había quedado clavado, y al patinar la correa por la polea, ésta se calentaba, y además por esa misma correa pasaba también, creo recordar, por la bomba de agua o del ventilador.
Sin alternador, el coche no podía continuar, y la perspectiva de quedarme varado en un poblado masai no era muy atractiva.
De repente, apareció un autobús repleto de gente y animales, y el conductor, al enterarse del problema, me pidió cinta aislante.
Aunque escéptico, le di la cinta, y me di cuenta de que lo que quería era aflojar la correa y poner cinta aislante en la polea para que la correa patinara y así yo pudiera seguir circulando.
Le consulté a mi acompañante, y me dijo que sí, que era eso lo que quería hacer, aunque también me dijo que, difícilmente podría llegar a Karatu, pues o bien se me iba a calentar el coche o bien tendría que ir reponiendo más cinta aislante cuando se fuera quemando.
Yo había pensado que, con herramientas, desmontar el alternador y dejar la polea sola, pero lo de la cinta aislante jamás en la vida se me habría ocurrido!
Desde entonces en la caja de herramientas de mi coche no falta la cinta aislante, unos alicates y ¡por supuesto té! 😉
A pesar de los desafíos y las frustraciones, los fundis tanzanos son verdaderos genios del ingenio.
Su habilidad para encontrar soluciones creativas a problemas complejos es digna de admiración.
Vivir en Tanzania es toda una aventura, y contar con un buen fundi es fundamental para sobrevivir en este increíble país.